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El aroma de las saturejas

En Montepulciano, en la iglesia de Santa Maria dei Servi, hay un fresco dedicado a la Virgen de la Santoreggia, obra de buena factura, de la escuela sienesa, que data del siglo XIV. La leyenda dice que cuando la iglesia fue destruida, una monja, Margherita di Giovannello, recogió piadosamente de las ruinas del edificio la imagen que aún hoy se venera y se la llevó. Dos años más tarde, en el edificio donde se encontraba el cuadro, surgió un gran esplendor. La gente, llamada por tal milagro, vio una bandada de ángeles que subía de la casa, cantando música celestial, llevando la imagen de la Virgen en gloria, yendo a ponerla en la misma iglesia, reconstruida. Como todo el mundo sintió, un maravilloso perfume se esparció por el aire: era el de la planta llamada Santoreggia, que crece muy lozana en el lugar. De aquí el nombre del fresco.